miércoles, 9 de septiembre de 2015

salir corriendo



Salí , con la cama deshecha igual que mi cabello, y no me reconocí en el cristal del escaparate cuando al fin dejé de correr. Había dejado tu ventana abierta, abierta al olvido, a los celos, a la escasez de detalles, a la falta de confianza, al viaje sin pasaporte y sin billete de vuelta. Ya no podría llamarte, ni entrar de puntillas para despertarte... y seguí corriendo hasta que mis piernas desfallecieron. Solo entonces recobré el sentido, miré al cielo, estaba amaneciendo.










Y amaneció, y sólo entonces supe que debía volver.






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